jueves, 27 de octubre de 2011

"Me repliego tras la clase magistral"

Esta mañana mientras volvía a casa en el metro leía a Pennachioni y un párrafo final de un capítulo cualquiera me recordó lo que estos días he tratado de expresar con "La tabla del 7" y "Los principios de procedimiento", leed por favor:

Una sola certeza, la presencia de mis alumnos depende estrechamente de la mía: 
de mi presencia en la  clase entera y  en cada individuo en particular,
de mi presencia también en mi materia, de mi presencia física, intelectual y
mental durante los cincuenta y cinco minutos que dura mi clase.




En el capitulo siguiente Daniel expresará uno de esos días en que ni el ni sus alumnos estarán presentes en su clase. Siento que si eso me pasara a mi, cuando acabara la clase me sentiría vacío e inútil por no saber ejercer de educador, ya que entre mis alumnos y yo hay un muro de hormigón armado.

Y e aquí mi conclusión: cuando nos replegamos tras la clase magistral  corremos un riesgo alto de que se genere ese muro de hormigón armado, nunca sabremos que es lo que quieren nuestros alumnos, que les preocupa, por que no atienden, por que no les interesa lo que digo... Más grave aun que todas estas cuestiones, nuestros alumnos no aprenderán a aprender por si mismos ya que solo deben recibir información y almacenarla ( quien sea capaz de hacerlo). Debemos plantearnos si los modelos actuales y magistrales son los mejores para todos los niveles educativos y sobre todo que es lo que queremos que sean nuestros alumnos: ¿Ordenadores con una gran memoria? o ¿ Personas con capacidad de reflexión y aprendizaje? 



3 comentarios:

  1. Muchos docentes "transformadores" pecan de arrogancia pedagógica: lo que más desean, casi lo único, es que su acción y sus pensamientos despierten simpatía y admiración. Muchos transformadores se creen en posesión de la "verdad del cambio". Se creen a la vez la brújula y el timón. Así que si el rumbo no es adecuado, es culpa del mar, del viento, de lo que sea, menos de ellos mismos. A veces me siento así. Por ejemplo, cuando intento fomentar un debate sobre algo que considero tan importante como los principios de procedimiento y me encuentro con un montón de quejas que a mi yo arrogante le parecen pueriles. Una de las que más le molestan es la de "querer hacer siempre algo nuevo (sic.), algo diferente, algo divertido, etc., etc....". "No entienden", "no se involucran", "es un signo de los tiempos", piensa mi yo arrogante. Menos mal que, entonces, emerge mi yo modesto y piensa: “se deben reconocer los límites de la racionalidad como catalizadora del cambio. (...) Una pedagogía modesta debería buscar el desarrollar un compromiso emocional en los estudiantes (...) Una pedagogía modesta reconoce y tiene en cuenta que los estudiantes (y el profesor) tienen subjetividades corporeizadas”. (Tinning, 2002: 236)
    Todos queremos que nos quieran. Todos queremos un reconocimiento a nuestro esfuerzo. Eso es así. Pero, como muy bien dices, sin compromiso emocional no hay educación. Por muy transformadora o bienintencionada que sea la voluntad del docente, mi voluntad. Y no puede haber compromiso emocional si ante la crítica no hay una actitud modesta. Eso no quiere decir dar la razón a los estudiantes sin más como si fueran clientes, porque no lo son. Mi obligación es educar, incluso a su pesar. Pero no se puede hacer sin atender a sus emociones, a sus cuerpos. Perdón por el ejemplo, pero no se puede educar a alguien que se orina encima, ni tampoco a alguien que se aburre encima. En eso, sencillamente, tengo que hacer algo. Aún no sé exactamente qué, porque sus propuestas –como vestir minifalda o repartir canapés- no acaban de convencerme del todo (aunque sin duda serían efectivas). Tendré que pensar, preguntar y escuchar más y mejor. Pero para buscar el compromiso emocional de los estudiantes tengo la responsabilidad moral hacer algo más que lamentarme del viento y el mar como haría un docente arrogante.
    Cuál es la conclusión? La postura arrogante ante las críticas es sentirse mal y despreciarlas. La postura modesta ante las críticas es sentirse mal e intentar hacer algo con ellas.
    Creo que es un aprendizaje interesante. Gracias a DAniel y a ti por ayudarme a autoevaluarme

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  2. Completamente de acuerdo con la metáfora del muro de hormigón, es algo que llevo pensando mucho tiempo y con lo cual me identifico bastante, no obstante creo que este muro está desapareciendo poco a poco y que a medida que aumente la edad del profesor, aumenta el grosor del muro de hormigón (generalmente creo). Un abrazo de vuestro amigo, fan y amante Álvaro Cañada!

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